El segundo día se inició en Madrid Fusión con una asistencia inusual de público. Tres grandes espadas hispanos ejercieron un magisterio “minúsculo”, pero grande en su concepción: el “Menú de tapas. La última cocina urbana”. Con Sergi Arola como introductor, los jóvenes Pepe Rodríguez Rey, Andrés Madrigal e Iñigo Lavado desarrollaron una puesta en escena que gana cada día más adeptos: el de las tapas, tan hispánicas y tan incorporadas progresivamente a las cartas de los grandes restaurantes.
La gran atracción de la mañana la protagonizó, como también lo hizo, el año pasado Tetsuya Wakuda quien no resistió la tentación de repetir experiencia gastronómica “en la cumbre española”. El chef americano, Alfred Portale, nos trajo a continuación aires de Manhattan convertidos en pequeñas joyas gastronómicas con sabor al East Side West.
Los premios del día recayeron en ALCOTEC, un proyecto de colaboración entre el Gobierno de Aragón y la Universidad de Zaragoza para investigar las tendencias más innovadoras que están llevando a cabo los jefes de cocina del panorama culinario nacional e internacional, contrastadas con la metodología de trabajo que, habitualmente, llevan a cabo los laboratorios de investigación de Ciencia y Tecnología de los Alimentos.
También se entregó el primer “Delantal de Oro” al arquitecto Rafael Moneo, por su labor profesional en tono al mundo de las bodegas, e especial por la remodelación que ha hecho en la bodega “Señorío de Arínzano”, el buque insignia de Bodegas Chivite.
Finalmente, se subastó la trufa, ese manjar cada día más codiciado por los “grandes” de la cocina. Las cuatro trufas negras, un kilo en total, de Teruel se quedaron en Fruterías Vázquez por 1000 euros, y el medio kilo de blanca acabó, por 4.500 en euros, en el restaurante Lillas Pastia, de Huesca, otro asíduo de este manjar con el que el chef Carmelo Bosque alimenta su estrella Michelin.