Texto: Brigitte Müller

Su restaurante El Bulli es, según 560 chefs y críticos de distintos países, el mejor restaurante del mundo. El reputado cocinero catalán Ferrán Adrià hace publicidad de sopas preparadas, aceite de oliva y patatas fritas, su sello convierte los restaurantes de los hoteles en minas de oro, e incluso los mal vistos “fast foods” se convierten, con un pequeño truco lingüístico y el nombre de Ferrán Adrià, en “fast goods” con carácter cultural.
Todo lo que toca este hombre sale bien. Comida para llevar, catering y productos de masas no han dañado su buena reputación, ni tampoco la calidad de su arte culinario, tal y como muestra la publicación británica Restaurant Magazine, para muchos la Biblia de la gastronomía. Ya en el año 2002 recibió en Londres el premio al mejor restaurante del mundo, y acaba de volver a obtenerlo. Pero ahí no acaba todo: Ferrán Adrià, El Bulli o el arte culinario pueden contemplarse como una obra artística completa. Ahora, este jefe de cocina entra en el templo del arte contemporáneo. En 2007 estará en la Documenta de Kassel. Aún le queda un año, hasta junio de 2007, para saber lo que presentará en el encuentro de la vanguardia artística mundial, averiguar dónde exactamente se encuentra Kassel y lo que es realmente la Documenta. “Esta invitación es un salto a otra cosa, aunque todavía no sé a qué”, dice Adrià.
Todo comenzó en enero. El director de museo catalán Manuel Borja-Villel organizó una reunión entre el gran cocinero y el director de la Documenta, Roger Buergel. Buergel, quien al parecer no había comido nunca en El Bulli, se quedó fascinado con la puesta en escena del placer, la puesta patas arriba de los sabores tradicionales y el sentido del gusto y la filosofía minimalista. Descomponer y componer, transformar y dar un carácter ajeno a la realidad, el maestro lo llama cocina molecular. Y a Buergel le entusiasma. “En lo que respecta a la Documenta, el arte o lo que es el arte me interesan menos, lo que me interesa es la inteligencia artística”, dice para argumentar su elección. “Por varias razones rechazo diferenciar entre el arte independiente y el arte desviado, así como diferenciar entre material y concepto”.
Ferrán Adrià ve con serenidad la cuestión relativa al arte y la cocina. "No es el creador el que decide qué es arte, sino quien lo recibe", dice con sabiduría. Y al fin y al cabo, la exposición no es un concurso en el que se tenga que demostrar algo. Pero, con toda seguridad,  sí se preparará un poco para este salto a “otra cosa” y preguntará a Marta Arzak, la hija de otro gran cocinero, su colega Juan Mari Arzak, que tiene un puesto importante en el Museo Guggenheim.